Diario de Salomón R. Leo
Día 22 de
enero.
Hemos llegado
a la ubicación de la ignorada ciudad de Sul-ut-amas, después de un largo viaje
a través del desierto. A pesar de las dificultades, nuestro experimentado guía
nos ha conducido con éxito hasta la desconocida urbe.
El plano que
nos ha llevado de forma tan precisa fue el que encontramos en la destruida biblioteca de Alejandría, en una escondida sala subterránea que permanecía
sellada. Tenía dibujos de animales fantásticos y seres mitológicos en la mayor
parte de sus pergaminos y por lógica, debieron de ser considerados de menor interés
en su época. Estos y el resto, fueron llevados al museo del Cairo para su
datación y conservación.
No es de
extrañar que nadie la hubiera encontrado, la entrada es un pozo vertical que
desciende al menos sesenta metros, según la estimación del antiguo plano, hasta
el primer acceso. Está cegado por la arena depositada durante muchos siglos y
nos empleará seis jornadas, trabajando de noche, limpiar la escalera.
Día 28 de enero.
La puerta se
resiste a nuestros intentos de abrirla. Un portal circular, de cuatro metros de
alto por tres de ancho. Parece granito, pero nuestro experto geólogo se siente
incapacitado de clasificarla.
Hemos
encontrado una interesante inscripción, grabada en el propio suelo del pozo,
que está en varios idiomas: egipcio arcaico, griego micénico y otra lengua que
nos ha causado perplejidad, aquella que debía hablarse en la ciudad hace miles
de años. Es un vocabulario complejo, mezcla pictogramas y escritura cuneiforme,
pero sin ser ninguna de las dos.
Una nueva
lengua que, extrapolando las conocidas, nos da una traducción aproximada del
nombre real del lugar: puerta solar de almas o portal dorado de fuego. No
sabemos bien cuál podría ser la más idónea, el sulutamita es un idioma difícil.
Incluso para mí, que soy un experimentado lingüista, resulta complejo y
extraño.
Día 29 de
enero.
Una tormenta
de arena, muy fuerte, nos ha obligado a buscar protección en la robusta
estructura del pozo. Ello me ha permitido leer tranquilo la carta que mi
hermano me envió, por medio de un amigo cartero, pocas horas antes de empezar mi
viaje. Como siempre, se queja del loro que le regalé por su último cumpleaños,
me dice que tiene ganas de estrangularlo.
Sé que le hace
compañía y nunca le hará daño. Es una buena persona.
Día 30 de
enero.
La puerta
tiene el más singular mecanismo que hayamos visto nunca. Hemos podido separar
un poco una de las dos hojas que la forman y para nuestra sorpresa, un
agradable olor perfumado y una brisa fresca han inundado el agobiante pozo de
entrada.
Hay luz
dentro.
Todos estamos
un poco desconcertados.
Día 31 de
enero.
Al fin hemos
podido abrirla del todo. Aunque no estamos seguros de si fuimos nosotros quienes
lo logramos. De repente, las hojas de piedra se alejaron una de la otra,
permitiéndonos el acceso a esa antiquísima ciudad.
Estamos sobre
un puente que se alza sobre un abismo insondable. Hay unas linternas que queman
un raro combustible que proporciona una luz blanca, limpia y sin humos. Se encienden
y apagan, según avanzamos a su interior. La reconfortante brisa sigue
acompañándonos.
El puente es inmenso,
llevamos más de diez horas caminando sobre el y aún no se atisba su final.
Deberemos
pasar la noche en este increíble lugar. Dudo exista tal ciudad.
Día 1 de
febrero.
Al despertar,
una muchacha me estaba observando en mi lecho. De pelo corto, amarillo metálico,
su piel es de una suave tonalidad grisácea. Ojos grandes, con iris grises
claros y unas largas orejas, redondeadas. Viste una armadura azul intenso.
Ella dice que
se ocupará de nosotros.
Día 84657’8049
de Ul-it-sitma.
Me he hecho
cargo del diario de uno de los extranjeros. No son hostiles y tan solo quieren
adquirir conocimientos. Les hemos permitido la entrada en nuestro mundo a
través del Puerto Resplandeciente de las Estrellas.
Mi padre en
persona los atenderá con diligencia e intentará civilizarlos. Su planeta es un
lugar salvaje, hosco y violento.
Salomón me
gusta, es un espíritu inquieto y agradable, con ansias por eliminar su
ignorancia. Tal vez, si somos compatibles en ambos sistemas génicos, considere
tomarlo como pareja. No creo que haya problema en ello, forman parte de
nosotros, de tiempos pasados.
Pero deberán
aceptar que nunca podrán volver a su hogar.
Soy la primogénita
Ter-Min-At-lan-tae. Heredera por derecho del imperio At-lan-tida del millón de mundos.
Que lo que he escrito permanezca, como mi vida inmortal. Así sea por siempre.